Mail sin destinatario fijo

Altas horas de la madrugada (weno, de ves en cuando aun entra gente nueva, pero… doce y media son doce y media) y ella escribe febrilmente en una historia que sabe que dudosamente terminará algún día (aunque vea con toda claridad su desarrollo y su final) aprovechando esa vena lírica (que también puede comprobarse en el último mensaje olvidado por ella en un foro) que afloró esta noche y la invita a seguir tecleando incansable, con los ojos semicerrados, obviando los bostezos que no consigue reprimir en su boca…

Olvidada por todos, ignorada por algunos y esperando alguna señal de algo que le muestre que las cosas van a cambiar, ella sigue al pie del cañón, sin estar muy segura de qué es lo que espera, intentando no hacer demasiado ruido para no alertar a sus congéneres que duermen en habitaciones contiguas.

Sabiendo que el embotamiento que se empeña en nublar su mente acabará por agotarla, intentando exprimir las últimas frases para esa novela, consciente de que es inútil, porque ya no entrará esta noche para siquiera saludarla,… Estúpidamente aferrada al teclado, intentando no desviar la vista de la pantalla, mantener los ojos abiertos, ella sigue y sigue tecleando sin rumbo ni sentido en esta noche interminable.

Dominando los absurdos recuerdos de algo que ya ni siquiera está segura de que ocurrió, en ese extraño umbral donde realidad y sueños se confunden, esta pobre estudiante y aspirante a ingeniera informática insiste una y otra vez en continuar despierta, luchando por no caer en los cálidos brazos de Morfeo, devanándose la mente, intentando engañarse para continuar frente al ordenador, en un intento vano de no está muy segura qué.

En un momento dado realiza un inciso en su escrito. Mira a su alrededor. Las sombras dominan el mundo. Sentimiento amargo que la invade cuando descubre que esta noche tampoco será la noche. Será como las demás. Una más, que caerá en la oscuridad del olvido. Tristemente retorna a su novela. Una y otra vez vuelve a pensar si habrá alguien al otro lado. Tampoco importa, puesto que ese otro alguien no piensa en ella. Pero en este momento eso ya no le preocupa. Con que exista, basta. Alguna vez pensará. No hay prisa. Ya no. La precipitación no cabe en este día. Parece como si el tiempo se hubiera parado.

Poco a poco el sueño la va venciendo. Se debate, lucha, no quiere caer, no quiere ceder a los ruegos de ese amante intempestivo llamado Morfeo. Quiere seguir, podría ocurrir que en el momento en que se diera por vencida, ocurriera el milagro. Podría aparecer. Pero sabe que cada minuto que transcurre, es más improbable. Es inútil. Ya no vendrá. Ni siquiera espera que salude. Con verle, saber que pasó por aquí, le basta. Pero sabe que no sucederá.

Lentamente toma conciencia de la situación. Empieza a cerrar las ventanas abiertas en la pantalla. Teclea cada vez más despacio. Mira por última vez su lista de contactos conectados. Esfuerzo inútil: sabe que no está. Si al menos ocurriera algo… Por último cierra su sesión. Nadie queda ya. Ni siquiera quien hubiera podido sacarla de esta pesadilla. Pulsa el botón de Enviar y cierra también esta ventana. Cabizbaja se encamina hacia su cama. El sueño tardará en llegar, pero Morfeo nunca la olvida. Soñará con que la historia se desarrolló de otra manera diferente. Será feliz, por unas horas. Pero tampoco importa, porque también ese sueño caerá en el olvido. Como todo lo de esta noche. Lo que sucedió y lo que no llegó a suceder. Mañana volverá a la misma rutina, como siempre. Pero cada día con un poco menos de esperanza.