Nadie

¿Dónde estoy? Debe ser el vacío intemporal, si es que eso existe. Diría que he muerto porque he visto pasar mi vida delante de mí como si fuera una película. Pero a la vez no era mi vida porque yo no existía. Era la vida que hubiera tenido si yo no hubiera estado allí. Así que no puedo decir que haya muerto. Porque no he estado viva. Nunca he nacido. En vez de eso, mis padres tuvieron otro hijo, tres años después de mi no nacimiento. Así, mi hermano tuvo el compañero de juegos que yo no fui. Él fue en algunos aspectos mejor hijo de lo que hubiera sido yo aunque mi madre siempre quedó triste por no haber podido tener la hija que yo podía haber sido.

En el colegio, mi mejor amiga se sentó al lado de otra niña, que se convirtió en su fiel compañera. Compañera que la traicionó como yo nunca la habría traicionado y le terminó quitando el novio que nunca hubiera tenido de haber estado a su lado. El verano que recibí mi primer beso tampoco fue un verano especial. El chico tuvo que esperar año y medio más para aprender lo que era estar con una chica que de haber estado yo jamás habría conocido. Chica que cinco años después terminó por ser su novia y a quien engañaría con la novia que hubiera tenido de haberme conocido.

Tampoco ocurrió aquel aparatoso accidente, porque el motorista no estuvo ocupado sonriéndome y pudo ver el camión que se le venía encima. Nadie le acompañó en la ambulancia suspirando culpable. Y nadie le destrozaría el corazón dos años después. En vez de eso llegaría al lugar de su cita, con la novia que no abandonará y con la que terminará yéndose a vivir.

El perro abandonado lo recoge un agente de la perrera municipal y no podrá salvar a aquel niño de morir ahogado. En vez de eso, lo rescatará el equipo de salvamento media hora después, sin ninguna consecuencia grave para el chico. Pero mi no hermano nunca tendrá una mascota, que tampoco la necesita, porque ahora tiene un hermano que juega con él.

A mi novio nadie le animará a intentar estudiar una carrera. Es camarero y dueño propietario de un bar donde reparte bebidas y sonrisas. El negocio le va bien, es el camarero más codiciado de la ciudad y conoce a muchas chicas con las que comparte algo más que una agradable conversación. Pero aún no ha encontrado a nadie que le llene como yo hubiera podido llenarle. No es que tampoco le importe, es joven y ha triunfado en la vida. Pero a veces le gusta quedarse mirando las estrellas intentando pensar en cómo sería la chica ideal. Y su chica ideal no se parece en nada a lo que yo hubiera podido ser.

Mientras veo esto no siento pena u odio. No puedo sentir porque realmente no soy nadie y para sentir hay que ser alguien. Tampoco seré capaz de llorar cuando vea que en donde yo hubiera vivido se instala una feliz pareja de jubilados que sueñan con dar la vuelta al mundo. Ni cuando mis amigos se reunan sin mi para celebrar alguna fiesta. Tampoco sentiré tristeza cuando vea que todos aquellos chicos con los que estuve rehicieron sus vidas de una manera parecida a como hubieran vivido si me hubieran conocido. No siento nada al pensar que nadie me recuerda, que nadie sabe que existo, que soy menos que un cadáver en una fosa común y que hasta el más mísero grano de arena deja más huella que yo. No soy nadie y nada soy.

Quizás haya sentido una punzada al comprobar que aunque hubiera estado viva no habría cambiado nada. No hubiera sido más que una pieza en un enorme tablero, un pequeño tornillo, un engranaje minúsculo, que en nada habría evitado que la vida continuara. El resto del mundo habría sido feliz, habría sufrido, habría sido el mismo estando yo o no estando. Por eso tampoco importa que yo no estuviera. Pero son imaginaciones mías. No puedo sentir porque no soy.

Pero entonces ¿qué hago aquí?