Una vez más…

Cierra la puerta y se apoya en ella, cansada, agotada. No tiene fuerzas. Ni siquiera enciende la luz, deja que la oscuridad crezca a su alrededor. Pero no es una oscuridad fría y tenebrosa, se siente protegida.

Por un instante el desaliento la invade. Cerrar un capítulo más en su vida sin saber si otro se abrirá no es fácil. Su cara no muestra la sonrisa que siempre la acompaña. Al contrario, en su rostro puede leerse la desesperanza. No es que esta vez esperase que fuera a salir bien. Nunca lo había esperado, realmente. Desde aquel primer intento tan desastroso había terminado por admitir que quizás esto no fuera para ella. Pero misteriosamente siempre terminaba por convencerse de que un último intento era necesario. Y hacía tiempo que había perdido la cuenta de cuántos últimos intentos había llevado a cabo.

El bolso ha caido de su mano pero ni siquiera lo ha notado. Como tampoco ha notado que dentro vibra un móvil, insistente. Poco a poco va resbalando hasta quedar sentada en el suelo. Oculta su cara tras las manos, pero no está llorando. Ni siquiera tiene ya fuerzas para llorar. Queda quieta, agazapada, apoyada contra la puerta. ¿Cuánto esfuerzo ha gastado inútilmente? Sí, es cierto, no puede negarlo: se ha divertido. Pero hubiera preferido conseguir algo más que las otras veces. Hubiera preferido que fuera distinto.

Quizás es que cometa algún error. Siempre fracasa al llegar al mismo punto. Pero ¿dónde está el error? Ha ido variando el método, la selección. Ha ido aprendiendo. ¿Por qué siempre tiene que chocar en el mismo punto? Haga lo que haga siempre fracasa igual. Quizás el fallo esté en ella misma, piensa. Quizás el fallo sea ajeno a mí. Quizás no haya fallo, sino que lo que considera triunfo es el fallo. Entonces… le gustaría fallar.

Sólo por una vez. Triunfar sólo por una vez. Conseguirlo. Saber lo que se siente. Sentir lo que es ser vencedora. Ya sabe lo que es perder. Ahora quiere saber lo que es ganar. Saborear las mieles del éxito. Intenta imaginar cómo sería. Pero no puede, nunca ha tenido nada cercano. Siempre se ha movido igual.

No, mentira. Una vez estuvo cerca. Sí, en el fondo siempre está rodeando el éxito sin tocarlo. Pero una vez estuvo a sus puertas. Y se asomó. Y aquello era maravilloso. No pudo entrar, le cerraron la puerta. Pero es ése recuerdo el que la hace seguir luchando. Sabe que existe. Lo que no sabe es dónde.

Finalmente parece notar que su bolso se mueve. Lentamente lo abre y saca el móvil. Queda un rato mirando la pantalla, como sopesando si contestar o no. Aprieta un botón y lo acerca a la oreja.

“Un fracaso, ¿verdad?”

“No importa…”

No, no es que no importe. Es sólo una vuelta más de esta rueda sin fin. Pero eso… ya se sabía.