A las puertas del cielo

-Creo que tu caso no tiene discusión. Estarás de acuerdo conmigo en que el infierno es tu única opción.

-No.

-Ah, ¿no?

-En absoluto.

-¿Entonces?

-Creo que deberías enviarnos a todos de vuelta a la Tierra.

-Una curiosa propuesta.

-¿Tuve culpa yo de no creer en ti? ¿Tuve culpa de que crearas el ateísmo y que yo resultase ser una de sus más fervientes expresiones?

-¿Me culpas a mi de tus errores?

-Pues, ¿quién si no es el causante último de los mismos? ¿Y pretendes castigarme por tus errores?

-¡Basta! Es la herejía más disparatada que haya oído jamás.

-Y sin embargo cierta. Cúlpame de que me crearas hereje e insolente. Hazme pagar por ello. Pero no sería justo.

-¡Vete de aquí! No ensucies con tu vípera lengua este inmaculado lugar.

-Aún no sé qué puerta me corresponde.

-¡La del infierno! ¡Y púdrete con todos los de tu calaña!

-Satanás nunca torturaría a alguien que pensara como él.

-No sabes lo que dices…

-Y sin embargo, no era una idea tan lejana a la realidad… pero después de toda la eternidad ejerciendo de Dios y cometiendo los mismos errores… ¿quién podría ahora rectificar?