Monstruos

Tengo miedo de los monstruos.

Sí, parece mentira, una mujer hecha y derecha como yo, con miedo de los monstruos. Mirando bajo la cama, o peor aún, sin atreverse a mirar bajo la cama con la certeza de que un ser peludo y babeante de colmillos sangrientos me está esperando.

Siempre me han dado miedo. Momias, vampiros, aliens, Espinete, gnomos, trolls, brujas, ogros, fraggles, … Seres salidos de la imaginación de alguien que cobran vida cuando apagas la luz. Visitas inesperadas que hacen crujir las cañerías cuando todo el mundo duerme. Nuestros eternos acosadores nocturnos.

Llegó un momento en mi vida en que necesité encontrar una salida a mi miedo. No puedo temerles. Así que intenté razonar. Los monstruos parten con una ventaja sobre nosotros: no sabemos nada de ellos. No sabemos qué piensan, no sabemos qué intenciones tienen. Tampoco sabemos sus armas y sus habilidades. Sólo sabemos que esperan a que nos demos la vuelta para atacar. Paradójicamente, este es el único pensamiento que me tranquiliza: como no sabemos cómo defendernos de ellos, no podemos hacerlo. Así que, por qué preocuparse. Un bonito proverbio chino nos acompaña este pensamiento: “Si tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿para qué te preocupas?”

En todos estos años, los monstruos no han dado señales de vida. No parecen interesados en mí. No parecen saber que les tengo miedo. Y aunque estuvieran interesados en mí, ¿qué podría yo aportarles? No soy nadie, no tengo ningún poder. No soy interesante. El único objetivo que podrían tener sería para matarme. Pero si es sólo eso, matarme… entonces, ¿por qué me preocupo? No seré yo quien tenga que limpiarlo todo después. ¿Quizás quieran convertirme en uno de ellos? Bueno, en ese caso también adquiriría sus poderes, y podría luchar contra ellos para erradicarlos definitivamente. No suena tan mal.

A pesar de todo, cuando llega el momento de ir a dormir, cuando todo está en silencio y tengo que alargar la mano fuera de la sábana para apagar el interruptor, no puedo evitar pensar… pensar que están acechando.