Cuando no queda nada

No sabes cuando ocurrió. Pero un día, te levantaste y no tenías nada dentro. No sentías nada, sólo el frío que salía de tu interior. Quisiste taparlo, pensar que era sólo algo transitorio. Pero cuando pasan los días y sigues sin sentir nada, empiezas a recordar, que esto ha venido poco a poco. Gastaste toda tu energía y tu pasión en los demás y no dejaste nada para tí. Creíste que era infinito, que era algo que no podría acabarse nunca. Pero te equivocaste. Quieres sentir miedo, pero no puedes. Quieres escapar, pero el vacío te persigue. Se agarra con sus zarpas a tus entrañas, marcando su territorio.

Escuchas canciones que antes te emocionaban, y que ahora simplemente resuenan como un eco en tu interior. No sientes nada, no puedes sentirlo. Bueno, casi nada, porque a veces sientes esa pena que te llena por dentro y que te atraviesa la garganta, obligándote a parar. No sientes pena por lo que perdiste, no sientes pena por tí. Sientes pena porque ni siquiera eres capaz de sentir pena.

Dejas que las lágrimas caigan por tus mejillas, porque quieres agarrarte a sentir algo, aunque sea tristeza. Porque sabes que incluso esa tristeza desaparecerá un día, que dejarás de sentirla. Y eso te provoca otra oleada de tristeza. Quieres gritar, golpear, quieres que la furia te destroce para al menos sentir que todavía queda algo de chispa que prenda lo demás. Pero no puedes y la angustia te corroe, te paraliza. Y tú lo prefieres así, quieres hacerte daño porque ese daño al menos te hace sentir vivo. Hasta el día en el que ni siquiera seas capaz de sentirlo.

Te escondes, caminas con una careta, esperando que nadie note tu falta de humanidad. No quieres que nadie sepa el vacío que te llena, porque sabes que no podrán entenderlo. ¿Hasta cuando podrás seguir imitándote? Llegará el día en que incluso tú olvides como eras antes, te olvides de cómo fingir que aún te quedan sentimientos. Llegará el día en el que te conviertas en una parodia de tí mismo, sin medida y sin control. Y quedarás sólo tú. Tú, con el vacío que te come por dentro.