El último adios

Esta es la última vez que voy a despedirme. Luego, ya no tendrá sentido volver a vernos.

Sé que no será fácil, y por eso prefiero hacerlo ahora, que todo cambia, que nada es todavía eterno. Si vamos a tener que separarnos, cuanto antes lo hagamos, antes podremos seguir adelante. Es imposible darme más felicidad de la que ya me diste, no tiene sentido alargarlo más.

Me llevo mis recuerdos y una maleta con cosas viejas. Así no tendrás que ir a buscarme con una caja de cartón llena de objetos inútiles. Todo lo que dejo es tuyo. Haz lo que quieras: tíralo o quémalo. Lo que mejor te siente. No volveré a por nada más.

Se que soy un cobarde y por eso te escribo esta carta. Cuando la encuentres, encima de la mesa (o quizás al lado de tus zapatillas), la abrirás sin entender muy bien por qué te dejé un sobre en vez de esperarte para comer. Al principio creerás que es una broma, pero poco a poco te darás cuenta de que voy en serio. Te sentarás, buscarás el teléfono y querrás llamarme. No te molestes, no tendré batería por muchos meses.

Con suerte, ni siquiera tendrás el impulso de llamarme porque ya habrás empezado tu nuevo camino.

Siento mucho que todo termine así, pero no encuentro ninguna forma de mejorarlo. Cualquier despedida sería demasiado triste. Esto es más fácil. Simplifica todo. Lo reduce a la sencillez del primer beso.

Saca mi foto de tu cartera. Busca un hombre que te quiera, que te cuide. Sé que lo encontrarás. No te faltarán oportunidades de ser feliz. Nunca te han faltado. Sé que esto es lo correcto, que el futuro será mucho más sencillo para ti así.

Quizás, algún día, cuando ya no sintamos nada al vernos, volvamos a encontrarnos en nuestro París.