Ten cuidado con lo que deseas…

-Supongo que ya no me esperabas.

Con una mueca, tuerce el gesto y le mira firmemente.

-Esperaba que todo hubiera sido un mal sueño. Esperaba que lo hubieras olvidado.

-Un trato es un trato.

Traga saliva y sigue hablando con dificultad.

-Pero era un trato injusto.

-No lo viste así cuando nos encontramos la primera vez. En aquel momento te pareció una buena idea.

-En aquel momento estaba al borde del precipicio.

-Y hubieras saltado. Le dí un sentido a tu vida. Te pareció razonable. Te pareció justo entonces.

-No sabía en lo que me metía.

-Eso también te lo dije entonces. Y no te pareció mal.

Le mira casi con compasión. Casi.

-Tú lo supiste desde el principio. Sabías que llegaría este momento.

-Sí.

-¿Y no hay nada que pueda hacer ahora?

Ahora la compasión sí que asoma en una tierna sonrisa.

-No. Vendiste tu alma. Ahora tu alma me pertenece. Y no hay nada que puedas darme a cambio para recuperarla. Con el tiempo comprenderás que este trato era mucho más equilibrado de lo que te parece ahora. Sólo estás en el peor momento.

-Mi vida ya no me pertenece…

-No digas estupideces, claro que te pertenece. Sólo añadí algunas reglas al juego. ¿Y la cantidad de personas a las que has hecho y harás felices? ¿No piensas en ellos?

-Pero me seguirán partiendo el corazón, una y otra vez.

-Eso sí que te lo advertí. Te advertí que no debías encariñarte con los sujetos. Sólo debías arreglarlos.

-Eso es cruel.

Por un momento la criatura duda, como si no estuviera seguro de lo que decir. Finalmente se decide y de un gesto inesperado, le abraza.

-Te confesaré algo: al final del camino obtendrás la recompensa. Pero hasta entonces tendrás que conformarte con esto.

Se aparta bruscamente y, antes de desaparecer, susurra algo más:

-Yo siempre te acompañaré. Nunca lo olvides.