Paz

Se sienta en la puerta. Le gusta ver cómo el sol se esconde al final del día detrás de las montañas, la hace sentirse tranquila, llena de paz. Respira profundamente y se acaricia el tobillo. Aún le quedan algunas cicatrices, pero es cuestión de tiempo que desaparezcan.

Es una cueva pequeña, pero no necesita más espacio. Ha aprendido a cazar y tiene un pequeño huerto a la derecha, donde la tierra es más fácil de arar. Ha aprendido a vivir sola. Y eso está bien.

Respira hondo, observa los últimos rayos rosados del sol y cierra los ojos. Ya no tiene prisa. Ya no tiene que correr. No hay camino que andar, porque no hay ningún sitio mejor en el que descansar.