Once upon a time

Ella seguía esperando a su príncipe azul.

Peinaba su larga cabellera y la adornaba todas las mañanas con lindas flores que no llegaban al anochecer. Vestía delicados trajes que dejaban entrever las formas, ya cansadas, de su cuerpo. Tenía cuidado de ocultar con maquillaje las pequeñas arrugas que se esforzaban por salir en su rostro. Se recostaba en la cama de dosel y esperaba, esperaba.

Todos los días limpiaba el castillo, sobre todo la alta torre donde vivía, para que cuando llegara el príncipe no equivocara el camino. Dejaba agua y comida para el blanco corcel. Paseaba y alimentaba al dragón, cuyos dientes se resentían por el paso del tiempo.

Todas las noches encendía las hogueras en las almenas, para que si el príncipe llegaba, no se perdiera en el bosque salvaje que rodeaba el castillo. Se asomaba a la ventana y esperaba, mejilla apoyada en la mano, con aire triste. Porque seguía confiando en el destino y en los cuentos de hadas. Creía firmemente que algún día llegaría su príncipe azul para llevarla a su palacio dorado. Para ser felices y comer perdices.

Porque ella seguía esperando a su príncipe azul.