Esperando el tren y 4

El niño ha vuelto a despertar y ahora se entretiene jugando con la joven estudiante a los acertijos. La madre se ha recostado sobre el asiento y observa pasar las moscas una y otra vez por delante suya. El ejecutivo los observa con curiosidad, casi con ternura, mientras el hombre mayor pasea arriba y abajo, al lado de las vias del tren, intentando escudriñar el horizonte, sin conseguir ver nada nuevo.

-¿Y usted a qué va?

La vieja, que ahora parecía haber despertado y los miraba con curiosidad, tardó un poco en darse por aludida. Hablaba lentamente, como si le costara trabajo unir las frases. Tenía una voz ronca y pastosa y sus ojos se fueron desenfocando a medida que hablaba.

-Yo voy a ver a mi madre. Es una gran mujer, una luchadura, un ejemplo viviente a seguir. No la veo desde los cinco años, cuando vine al pueblo a vivir con mis abuelos. Ella quería estudiar una carrera, y cuando mi padre murió fue a la ciudad para intentarlo. Siempre me mandaba una caja de bombones por mi cumpleaños. La echo mucho de menos. Me gustaba cuando me cogía entre sus brazos y me levantaba alto, muy alto. Me hacía sentir casi adulta. Mas ya no creo que pueda verla, el tren se retrasa, no creo que llegue a cogerlo nunca. Íbamos a buscarnos un autobus, algo distinto para llegar a la ciudad, aunque fuera más lento. Pero no hay manera de salir de la estación. Estuvimos buscando la puerta, preguntadle a mi tía, ella vino conmigo a coger el tren. La encontraréis detrás de esa caseta, descansando. Hace tiempo fue a dormirse allí, a la sombra, estaba agotada… Allí, donde las moscas se acumulan…