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Farol de esquina
Se la puede ver, noche tras noche, bajo la titilante luz del farol. Ya casi pasa desapercibida, no suele llamar la atención de los rápidos transeúntes que pasan, ignorándola, o quizás lanzándole algún piropo. Pero eso a ella no le importa, porque espera, espera con toda la paciencia que los años le han enseñado a hilar en su multitudinaria soledad.
Día tras día, va buscando unos labios que no encuentra, se refugia en los abrazos de desconocidos, que alimentan su ilusión y su estómago, para poder seguir buscando más tarde. La decepción que siente cuando descubre que él no era éste tampoco, sólo es superada con la ilusión de poder encontrarle en la siguiente mirada, en el siguiente gesto, en la siguiente caricia.
La memoria ha ido borrando los recuerdos amargos, ella nunca quiere recordar que le regaló su cuerpo y su corazón y que él la revendió para realquilarla más tarde. Sólo recuerda cuando era feliz, cuando se sentía segura entre sus brazos, cuando una sola mirada le hacía sentir protegida. Por eso le sigue buscando, entre los rostros desconocidos, entre los fríos besos anónimos que nunca deja de recibir. En las voces que la llaman con diferentes nombres para no acordarse de ella después. Porque, aún después de la traición, ella no olvida que sigue amando.