El regalo

Fue el regalo más bonito que un hermano jamás regaló. El Universo por aquel entonces era pequeño y ellos eran jovenes. Le regaló el mundo, que había tallado piedra a piedra con todo el cariño que entonces le tenía. Para completar su obra, le propuso que entre ambos diseñasen los seres que habitarían en él. Y les llamaron sus hijos.

Pero hubo un día en que los dos hermanos se pelearon. Él la repudió. Ella le dijo que no quería volver a verle. Él le retiró la palabra. Ella cerró las puertas de su mundo y se encerró en él. Él se coló por una puerta trasera que había manenido en secreto y se instaló allí. Era su mundo, su creación, era su vida.

Ella tardó algún tiempo en descubrir su escondite. Se acercó una noche, mientras dormía, para teñirle sus alas de negro. Él despertó sobresaltado para ver cómo se deslizaba fuera de su alcance. Al marchitarse sus alas, perdió la felicidad que un día había tenido. Pero eso no disminuyó el amor que aún profesaba al pequeño mundo y siguió ayudándolo a evolucionar.

Se dice que, en secreto, planeó su venganza para derrocarla y desterrarla por siempre jamás. Pero al mirar a su alrededor y recordar todo el cariño con el que habían construido su mundo, su rencor y su odio caían al suelo para desintegrarse en un cristalino suspiro.

Cuando regresó a su palacio de marfil después de llevar a cabo tan cruel venganza, Ella sintió que el frío de la tristeza también la invadía y, ante sus atónitos ojos, sus alas fueron también lentamente oscurenciéndose. Ordenó a todos los seres que se alejasen de Él y le dejasen vivir en paz allá donde Él había decidido. Luego, cerró las puertas de su castillo y nunca más volvió a saberse de Ella.

Cuentan que un día se reencontrarán y pedirán perdón por los daños que se hicieron mutuamente. Hasta entonces, el mundo seguirá siendo huérfano, en espera de que las alas que un día lo protegió del mal vuelvan a volar juntas, deslumbrando al sol con su blancura.