Después de

Detiene los caballos y mira a su alrededor. Delante suya se alza la ciudad. Han sido muchos días de camino, tantos que dejó de contarlos. También había sido un camino dificultoso, las carreteras estaban rotas en muchos sitios. Incluso en algunas partes la vegetación había crecido tanto que había recorrido yardas enteras sin saber bien si se había desviado del camino. Pero al fin había llegado.

Avanza lentamente bajo un sol caluroso. Con el mapa en la mano va caminando al lado de los caballos y se adentra en las calles desiertas. Está todo en silencio, excepto el viento que se cuela por los cristales rotos y gime sin descanso. Sabe que las ratas y las cucarachas deben estar observándole desde alguna rendija, pero no le dan miedo. Sabe que por unas horas, le observarán sin saber qué hacer. Es el primer ser humano que ven en muchas generaciones. Ha visto alguna sombra esconderse bajo las piedras y se ha sorprendido al comprobar que son más pequeñas y delgadas que en el pueblo. Debe ser por la falta de comida.

Las casas son mucho más altas aquí. Ya le habían contado que la mayoría sobrepasaba las diez plantas, pero a pesar de todo se siente impresionado. Siguen en pie, como esperando que algún día alguien las habite de nuevo. En la parte inferior de algunas de ellas hay un pequeño parquecito donde algunos columpios y otros especímenes esperan unos niños que ya no volverán. La vegetación ha ido conquistando la mayor parte de la calle.

Finalmente llega a su destino. Un pequeño parquecito rodeado de edificios. Y en el centro, un pequeño edificio de dos plantas con un letrero donde aún puede leerse “BIBLIOTECA”. Es mucho más impresionante de lo que le habían contado. Según tenía entendido, antes de la Gran Caída, estos edificios habían sido un centro de conocimiento a donde iban muchas personas para aprender. Probablemente sería una burla del destino, pero de todos los edificios que tenía a su alrededor, el campus universitario parecía ser el que mejor había sobrevivido.

Cuando cruza la puerta siente un silencio majestuoso que le va rodeando. Hay un olor acogedor, que no es capaz de identificar, pero que le va guiando detrás de un par de puertas más que lo que le guían los carteles. Va dejando huellas en el polvo del suelo mientras avanza, le sigue el eco de sus pasos. La madera cruje al pisar en algunas partes.

Al fin llega. Estanterías por todas partes. Llenas de libros. Por un momento queda paralizado, luego se apresura a la estantería más cercana y coge un libro. No nota el polvo mientras lo abre con delicadeza por una página al azar e intenta descifrar lo que pone. Reconoce algunas palabras, pero no es capaz de comprender su significado. Deja el libro otra vez en su sitio y abre el siguiente. De nuevo más palabras incomprensibles.

Suspira. Se lo habían advertido, probablemente este viaje fuera en vano. Pero no se desanima, al quinto libro que abre es capaz de comprender un párrafo. Entiende que hablan de conceptos que no conoce, pero lo comprende en su globalidad. Sabe que con un poco de esfuerzo podrá leerlo y aprender.

Le cuesta decidirse qué libros se lleva y cuáles coge. Finalmente termina por cargar el carro con unos gruesos volúmenes que no termina de comprender. Las cucarachas han vuelto y ahora los cascos de los caballos crujen al pisarlas. Con grandes dificultades atraviesan las calles antes vacías, intentando evitar que los insectos se suban por las roídas hojas de los libros.

Mientras se aleja de la ciudad piensa que habrá que volver otra vez a por más libros. Podría organizar una excursión cada año, intentaría traerse algún ayudante y un carro más grande. Tanto saber no debe perderse. Aunque la humanidad se lo mereciera.