Metal

Ese olor cuando has doblado mucho un metal. No puedo quitármelo de encima.

Un amasijo de hierros. Eso es todo lo que queda. Sería mejor si no quedase nada.

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Debo volver. No puedo dejar que todo termine así. Tengo que terminarlo a mi manera.

-Tengo que irme.

-¿Por qué? No puedes hacerme esto.

-No lo entenderías. Tengo que irme.

-¿Fue solo eso? ¿Un beso?

-Fue mucho más. Me gustaría quedarme pero es algo superior a mi. No me hagas explicártelo porque no lo entenderías.

Un beso sabor a metal. Decían que los besos eran húmedos, pero a mi sólo me supo a metal.

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-No me conoces. Ni siquiera sabes quien soy.

-No lo necesito.

-Es mi destino. No puedes evitarlo. Nací… para servirles.

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Una puerta cerrada. Un muro. Y detrás… detrás sabes que es donde deberías estar.

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-Son una secta. Escogen a mujeres hermosas para hacer que les sirvan allí encerradas.

-Son mi familia.

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Y he aquí el misterio. El misterio de los besos sabor a metal. El misterio de sus ojos grises. El misterio de su perfección. El misterio que nunca quise saber pero que siempre luché por averiguar.

Un misterio reducido a un amasijo de hierros.

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El puñal se clava contra un trozo de metal. No debería haber metal. Hay metal donde debería haber carne.

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-Hubiese preferido que me lo contaras. Hubiese preferido que confiaras en mí. Hubiese preferido que escapáramos juntos.

-Lo siento. No puedo amar.

-Entonces, ¿por qué lloras?

-No debí involucrarte en esto.

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Un amasijo de hierros. Eso es todo lo que queda. Sería mejor si no quedase nada.

Ese olor cuando has doblado mucho un metal. No puedo quitármelo de encima.