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Oráculo
Sencillamente no sabéis usar un Oráculo. No, no me mires con esa cara, voy a ayudarte pero primero vas a escuchar lo que tengo que decir. No sé por qué tenéis esa maldita costumbre de acudir a mí cuando habéis perdido ya toda esperanza.
Imagina que quieres ayudar a un hombre que está en un casino perdiendo todo su dinero. Si acude a ti cuando empieza a perder el dinero pero aún le quedan monedas, podrás aconsejarle que apueste en una u otra mesa, haciendo que vuelva su buena racha. Pero si acude a ti cuando ya ha perdido todo, no podrás aconsejarle que apueste en una u otra mesa, porque ya no le quedará nada por apostar. Tendrá que esperar un milagro, una moneda perdida en el suelo o un generoso jugador que le dé una oportunidad.
Ni siquiera crees en mí, acudes porque piensas que no te queda otra alternativa. Y tienes razón, no tienes ninguna otra alternativa. Pero yo no hago milagros, sólo veo parte del futuro. Puedo aconsejarte cual es tu mejor opción, pero para eso tienes que acudir a mi con opciones. No puedes venir con las manos ya vacías. No puedo fabricar una solución con aire.
Nunca me escucháis hasta que ya es demasiado tarde. Pues sí, es demasiado tarde. Bien podrías haberte ahorrado el camino hasta aquí, pues no puedo ayudarte si no hay remedio. Sólo soy consejero, visionario, no mago.
Siempre esperáis que os ayude en los peores momentos, de donde no hay forma de salir, y luego diréis que no sirvo para nada porque no pude sacaros del agujero. Pero eso no es cierto. Soy útil, si acudís a mi como penúltima opción. Sin embargo nunca me dejáis demostrarlo. ¡Me frustráis con vuestros problemas! Problemas, la mayoría, que vosotros mismos os habéis creado. ¡¡Y pretendéis culparme a mí en última instancia!! No os merecéis ni que os abra la puerta.