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Carta al viento (Segunda Parte)
Y sólo había una manera de averiguarlo. Lentamente estira la mano y coge el auricular. Con dedos temblorosos, marca el número. Uno, dos toques. Al otro lado alguien responde. Ahora hablará claro. Ahora comprenderá. Ahora sabrá la verdad.
Pero para sorpresa y frustración, la voz que responde es la de un contestador. No será ahora cuando pueda aclararse. Cuelga de nuevo el teléfono. Rasga la hoja en dos. No puede evitar la rabia que empieza a ebullir dentro de sí. Nada, nada está saliendo como debía. Recapacita. Respira hondo. Deja escapar lentamente un suspiro. Vuelve a intentar la llamada.
-Tenemos que hablar.
Cuelga de nuevo el teléfono. Ha hecho lo que está en su mano. Recoge los trozos del suelo y los guarda con cuidado. Ahora, el siguiente paso ha de darlo ella. Si quiere. Sólo resta esperar. Esperar con una paciencia que empieza a agotarse. Con una paciencia que no sabe de dónde sacará. Pero que es necesaria.
Lo que ha ocurrido una sola vez no tiene por qué volver a suceder. Pero lo que ha ocurrido dos veces pasará una tercera.
O sea, espero que haya una tercera parte… (si, no lo niego, todo lo que escribo es más o menos metáfora de mi vida)