Un pequeño descubrimiento

Por fin, después de tantos largos años de investigación, lo ha conseguido. Ver la trayectoria de un electrón con tanta claridad, tan de cerca. Al fin podrá aspirar a no depender de estúpidas ayudas del gobierno. Con el dinero que le reportará este avance, podrá investigar como siempre quiso, sin presiones. Juega un rato con sus pequeños electrones. Les aplica voltajes que los atraen y los repelen, les pone metales para que circulen rápidamente por ellos, aislantes contra los que chocan,… Le encanta observar cómo, aunque individualmente cada electrón pueda presentar un comportamiento casi azaroso, en conjunto siempre puede predecirse qué harán. Simplemente los adora.

Apaga lentamente los aparatos. La luz que ilumina la habitación entra por entre las cortinas de la ventana que da a la calle. Es tarde, pero aún sigue habiendo bullicio abajo. Se tumba en la cama cansado. Mañana hará un par de llamadas que lo catapultarán a la fama. Incluso al Nobel. Tendrá prestigio. Tendrá libertad. Y el sueño le va venciendo poco a poco.

Va caminando por las calles de una ciudad anónima. Pero no tiene cuerpo. Es invisible. Puede atravesar puertas y paredes sin problemas. No le molesta, más bien al contrario. Se siente cómodo con esta nueva sensación. Además, al no tener cuerpo, puede elevarse y volar por encima de los demás, obteniendo una mejor perspectiva.

Ahora puede ver la vida cotidiana de la ciudad. Cómo unos viandantes se dirigen a sus puestos de trabajo, otros salen a comprar, a pasear, a visitar viejos amigos,… Se entromete por segundos en la vida privada de alguien y luego pasa a acompañar a otro. Se siente tan feliz que vuela un poco más alto. Los tejados de los edificios están a su alcance y se para a sentarse en uno de los más altos. Es curiosa la vida en la ciudad. Desde esta altura, las personas no se distinguen unas de otras. Corretean a sus pies, a veces usando algún coche o autobus, o si tienen mucha prisa, el metro.

Según la hora del día, algunos lugares se convierten en centros a donde va la masa. Por ejemplo, por las mañanas y después de comer casi todo el mundo se concentraba en los barrios de negocios y trabajo. Y a la hora de la comida y por la noche, se dispersaban hacia los barrios residenciales. Siguió volando más y más alto.

Desde esta altura no se distinguían a la personas. Sólo a los coches. Era curioso observarlos, porque aunque cada uno independientemente seguía su propio camino, si se observaban en conjunto seguían las mismas pautas predecibles que las personas. Con la diferencia que, además, ahora podía ver la ciudad al completo, con su carretera que entraba por el norte y su carretera por el sur. Estuvo observando divertido cómo el número de coches de la ciudad permanecía constante. Eran diferentes, el coche que entraba por la carretera norte no era el mismo que entraba por la carretera sur, pero al fin y al cabo, a esta altura, daba igual uno que otro. El caso es que parecía como si el coche hubiera avanzado a través de toda la ciudad para salir por el otro extremo.

El tiempo pasaba y comenzó a aburrirse. Se elevó más y más alto, intentando alcanzar el sol. Pero al no conseguirlo, volvió a bajar la mirada para descubrir, horrorizado, que lo que veía no era más que la misma pantalla de su ordenador, donde los electrones, ajenos a su presencia, circulaban de un extremo a otro de la placa de pruebas.