-¿Qué haces aquí otra vez?

-No lo entiendo… Yo no quería volver aquí.

-Ya veo.

-¿El qué?

-El por qué estás aquí otra vez.

-¿Y por qué es?

-Porque fuiste por el mismo sitio.

-No, no es cierto. Cogí otro camino…

-Que iba al fin y al cabo en la misma dirección.

-Pero esa es la dirección que yo quiero llegar. Fui en línea recta.

-No apliques la lógica aquí. Donde estamos, el camino más corto entre dos puntos jamás es la línea recta.

-¿Cómo sé entonces hacia donde tengo que ir?

-La suerte es la única que puede ayudarte.

-La suerte no existe.

-¿Ves? Por eso estás aquí otra vez.

-¿Y entonces qué hago? ¿Quedarme aquí quieta hasta que la suerte venga a por mi?

-Si te quedas quieta la suerte no podrá guiarte.

-O sea, pretendes que vuelva a ponerme en camino, una vez más, por otro sitio, a ver si llego. Pasar por todas las penalidades del camino otra vez a ver si por casualidad consigo no volver aquí.

-Bueno, es tu decisión.

-Debería quedarme aquí y abandonarlo todo.

-Sigue siendo tu decisión. Pero si me permites un consejo: es un error.

-¿Por qué? No tendré que volver a pasar por todo eso para nada.

-Este no es el lugar de los vivos. Los vivos viven y aquí no se puede vivir. Aquí sólo se refugian para coger fuerzas y seguir caminando.

-Pues el destino quiere que yo viva aquí. O si no ya habría llegado a otro sitio.

-¿Ahora crees en el destino, cabezota?

-Ya no creo en nada.

-Entonces… no pierdes nada por volverte a poner en camino. Si nada tienes, nada puedes perder.

-No sé cómo, pero siempre me terminas convenciendo. ¿Izquierda o derecha?

-La decisión es tuya.