Esperando el tren

Una mosca, molesta, pasa zumbando entre unos y otros. Finalmente, se posa un instante sobre el banco. El tiempo justo para que el niño, orgulloso de su habilidad, la aplaste sin piedad de un manotazo. Su madre, casi mecánicamente, le limpia los restos de mosca de la pequeña mano con un pañuelo, ausente y mirando a uno y otro lado de las vías, esperando.

-¿Alguien sabe si aún tardará mucho en llegar? – pregunta un enchaquetado ejecutivo nervioso, jugueteando con un móvil entre sus manos. A sus pies reposa un maletín negro, pesado, viejo y gastado.

-No suele retrasarse. – contesta finalmente una joven, sin duda estudiante, situada a su derecha, sentada sobre su maleta – Por lo menos eso me dijeron cuando compré el billete. – sonríe tímidamente al ejecutivo, que evita su mirada y sigue jugueteando con el móvil. Finalmente, lo tira dentro de su maletín, frustrado.

-No hay quien consiga cobertura en esta estación. – pero nadie parece preocuparse de los problemas del ejecutivo.

-Y el reloj de la estación parado. – comenta, tras un silencio incómodo, un guapo joven. Es el único que no lleva equipaje. Va vestido muy elegantemente, bien peinado y suavemente perfumado, con una flor blanca en el bolsillo de la chaqueta. – Espero que no tarde mucho más, me están esperando. – su mirada, hasta entonces perdida y soñadora, repasa al resto de sus compañeros de espera. Pero solamente la estudiante y la madre del niño le miran. – Hoy me caso. – aclara.

-¡Enhorabuena! – le felicita la madre del niño. El novio sonríe y vuelve a tener la mirada soñadora.

– Yo voy a ver a mi marido. Hace tres años que no le veo. – Ahora todos los demás la miran – Es militar y lo destinaron lejos. – comenta. Coge al niño en brazos, que ya está cansado de corretear por la estación – Voy a presentarle a su padre. Será una sorpresa. No sabe que existe – sonríe con la mirada puesta en las vías, por si llegara el tren.

-Se alegrará de conocerlo. – dice la estudiante. Después de otro largo silencio, la madre del niño, que ahora duerme entre sus brazos, sigue hablando.

-Ni siquiera sabe que voy a verle. Pero hace tanto que no nos vemos que tenía que ir.

-¿Llevan mucho tiempo casados? – pregunta el novio

-Tres años. – tras un silencio sigue contando – Nos conocimos en un retiro que tuvo. A la semana ya estábamos de luna de miel. Y luego tuvo que marcharse. – mira las vías una vez más – La verdad es que ni siquiera recuerdo bien su cara. Pero sé que tenía unos hermosos ojos negros.

-Igual que mi prometida – sonríe el novio pensativo.

-Y su voz… tampoco recuerdo su sonido, pero me gustaba escucharle. – añade tristemente – Quizás ni se acuerde de mi.

-¡Claro que se acordará! – hasta ahora había permanecido en silencio, tras una mujer ya vieja, que parecía dormitar. Pero ahora había hablado. Era un hombre ya mayor – ¿Cómo podría olvidar una mujer tan maravillosa como usted?

-Gracias – se sonroja un poco, pero la tristeza no desaparece de su rostro – Tenía que haberme ido con él.

Nadie la contradice y durante un rato todos permanecen en silencio, esperando ansiosos el tren. Pero el tren no llega.