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Sin Amiwitos
¿La ves? Es ésa, la que está apoyada en la barra. La del vestido azul oscuro. Yo la conocí hace ya algunos años, antes de convertirse en lo que es ahora. Pero ella nunca hace ademán de reconocerme. Prefiere vivir ajena a todo. Es como la canción ésta de Ismael Serrano, la de Cien Días, la vas viendo apagarse lentamente.
Recuerdo cuando íbamos juntos a la Universidad. ¡Dios! No había muchacha más alegre que ella. A su alrededor siempre ocurrían cosas, siempre había algo de lo que estar pendiente. Era un sorpresa contínua. Su mundo era un mundo alegre y todos los que estaban a su alrededor no tenían más remedio que odiarla o amarla. No podías permanecer indiferente.
Pero un día todo cambió. Fue así, radical. Enmudeció. Era como ver a una rosa que han cortado y se va marchitando poco a poco en su jarrón. A veces conseguíamos arrancarle una sonrisa, incluso un día apareció siendo tal y como era antes. Pero aquello eran solamente los ecos que se van apagando.
Yo no había tenido mucho trato con ella. Siempre había sido amable y simpática conmigo, pero nunca estuve enterado de los pormenores de su vida. Sin embargo su ausencia se notaba. Era extraño verla sentada en un rincón, con los ojos mirando al vacío, en vez de gritando y corriendo por los pasillos. Pero incluso a eso nos acostumbramos.
Fue varios años después, que la ví en este bar, cuando me interesé por su historia. Ella no me reconoció, o quizás no quiso reconocerme, y tampoco me contó nada. Pero yo ya estaba intrigado y rescaté de mi agenda de teléfonos a antiguos compañeros para averiguar qué fue lo que pasó. Los pocos que se acordaban me hicieron vacío así que un día decidí acercarme a ella y preguntarle. Al principio ni siquiera me miró y cuando ya iba a marcharme, sonrió. Sus ojos se encontraron con los mios y tuve una sensación extraña. Sé que no pronunció una palabra, pero fui capaz de comprender muchas cosas en esa mirada.
Desde entonces no hay día que no venga a observarla. Es tan frágil que tengo miedo de que se rompa. Sé que no hay quien pueda sacarla de ahi, pero cuando decida salir… quiero estar presente.