Sangre III

A partir de entonces, nuestra vida fue mucho más interesante. Descubrí que Lafftia no había sido la loca que todos me habían hecho creer. Muy al contrario, había llevado a cabo su personal campaña en contra de los vampiros. Hija de uno de sus mayores enemigos en épocas, la convirtieron a vampiresa como venganza siguiendo aquel dicho de tener cerca a tus amigos pero más cerca aún a tus enemigos. Pero en cuanto ella se vió con el poder para acabar con los vampiros, comenzó a exterminarlos. Pronto la descubrieron y ataron con cadenas, terminando así con su cometido. Al yo liberarla de nuevo, había abierto la caja de Pandora, volviendo a poner en vigente a la mayor asesina de vampiros jamás conocida.

Sabíamos que dos vampiresas solas en el mundo pronto serían sospechosas, de manera que nos acercamos a la colonia de vampiros más cercana a la nuestra, pidiendo auxilio. Les contamos que algún desgraciado había liberado al vampiro loco de nuestro sótano y que nosotras habíamos logrado escapar milagrosamente de la carnicería. Que teníamos miedo de las represalias de dicho vampiro y que esperábamos ser acogidas cariñosamente. Y así fue. Organizaron varias redadas para intentar cazar al vampiro asesino y encontraron los cuerpos inertes de nuestra antigua colonia. Como nada demostraba que fuéramos culpables, nos aceptaron gustosos y durante unos meses vivimos en paz.

Pero tanto Lafftia como yo teníamos muy claro que no queríamos vivir entre vampiros, así que aprovechando que los vampiros dormían, volvimos a silenciarlos eternamente. Fue la primera vez que probé la sangre de vampiro y le noté un sabor diferente, casi místico. Al beber la sangre de otro vampiro no sentía lo mismo que al beber sangre normal. Sentía como si nuevas fuerzas y poderes se introdujeran en mi cuerpo, me sentía superior. Y a más sangre de vampiro bebiera, más borracha de superioridad me volvía.

A las posteriores colonias de vampiros que visitamos contábamos la misma historia que en la primera. Por increíble que parezca, no nos creían culpables, sino todo lo contrario. Pobres víctimas de un vampiro loco. Nunca nos rechazaron, su sentido de la complicidad vampírica es enorme. Un vampiro ha de ayudar siempre a otro vampiro. Y pronto estalló la guerra.

Vampiros contra vampiros, todos contra todos. Nadie se sentía seguro. Los vampiros dejaron de alimentarse de sangre mortal para alimentarse exclusivamente de sangre de vampiro. Y la misma sensación de borrachera de superioridad que yo había experimentado los llenó completamente, necesitaban de más y más sangre de vampiro. Tenían que demostrar que eran los mejores, que eran los vampiros más fuertes y los únicos que merecían vivir. Por tanto había que matar al resto de vampiros. La Edad Media había terminado.

En un último intento por hacerse con el control, hubo una reunión de vampiros. Todo aquel vampiro que no acudiese sería considerado traidor, y por tanto el resto de vampiros iría a matarle. Pero todos acudieron, esperando poder ser aclamados el verdadero rey vampiro. Fue una jugada interesante de Lafftia. Hasta entonces habíamos estado ocultas regocijándonos viendo cómo los vampiros se peleaban entre ellos haciendo nuestro trabajo. Pero había llegado la hora de la verdad. Allí estábamos todos. No seríamos más de un centenar los allí reunidos. Lafftia comenzó a hablar de paz, de volver a empezar desde cero, de montar la colonia orígen del resto de colonias. De formar una sociedad vampírica perfecta. Todos la aplaudieron calurosamente, fingiendo querer acabar con todo esto.

Pero pronto empezaron las discusiones acerca de quién debía llevar el mando. Nadie planteó siquiera una sociedad igualitaria, todos estaban demasiado ebrios de poder. Ni siquiera se planteó que cada uno formara una colonia diferente. Todos querían poder absoluto. La reunión comenzó a alargarse y el hambre empezó a hacer efecto. Tres vampiros llegaron a las manos y dos de ellos se abalanzaron a morder a su rival. Se hizo el caos en la sala. Hasta entonces nadie había mordido a otro vampiro en presencia de nadie y todos negaban haber bebido sangre de vampiro. Caído ya este velo, dejaron de fingir querer la paz y corrió la sangre.

Lafftia y yo nos ocultamos en un lugar acordado previamente. La pelea duró escasamente una hora. Salimos de allí sabiendo lo que nos encontraríamos. Un único vampiro gordo de sangre y felicidad, buscando un lugar para reposar la digestión. Cuando nos vio se quedó paralizado, momento en el que aprovechamos para abalanzarnos sobre él y acabar con su vida. Murió con sus dientes clavados en mi hombro. Esa herida tardó en cicatrizar varios días en los que me apliqué vendajes protectores y temí por mi muerte. Pero no tardo tanto en cicatrizar como el hecho de encontrar que le había dado tiempo a morder antes a Lafftia. De darme cuenta de que, contrariamente a lo que yo había imaginado jamás, era la última de mi especie. La última vampira.

Ahora pienso que ojalá hubiera dejado sangrar esa herida de mi hombro y hubiera terminado de una vez con todo esto. Pero mi estúpido instinto de supervivencia y mi borrachera de superioridad me hizo pensar que podría servir de algún bien a la humanidad. Así que quemé todos los cuerpos, enterré dignamente a Lafftia, y me dispuse a reorganizar mi vida, ahora como última vampiresa en activo.

Continúa