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La felicidad de los elfos
Hay algo que nunca entenderán aquellos que no tienen conciencia de su propia mortalidad y es que nada es para siempre. Una promesa puede mantenerse un día, un mes, un año, quizás incluso una década o un siglo. Pero cuando depende de la voluntad de alguien, esta voluntad puede flaquear. Todo tiende a cero en el infinito. ¿A cuánto tienden los sentimientos?
¿Existe una vida más allá o todo termina cuando nuestro corazón deja de latir? ¿Qué sentido tiene entonces hablar de la eternidad, si no vamos a vivirla? ¿Por qué nos preocupa tanto dejar una huella que a buen seguro acabará borrada o distorsionada? ¿Qué es lo que nos da tanto miedo?
O quizás no es miedo, sino instinto de supervivencia incluso más allá de la propia persona. Malditos genes egoístas, que nos haceis plantearnos tantas preocupaciones, perdiendo nuestro precioso y corto tiempo. ?Pues no es esto lo que tenemos? ?Esta vida mortal? ?No podemos hacer con ella lo que nos plazca? ?Por qué limitarnos por el miedo a la mortalidad? ?Por qué preocuparnos de si la promesa de lo eterno se cumplirá o si no llegaremos a tener fuerzas?
No, no es miedo. Cuando miras a la muerte cara a cara y sabes que le juegas con la ventaja de la vida, es como si te volvieras inmortal. Porque el tiempo parará cuando pare tu corazón. No te importa si los demás te sobreviven porque tú no lo verás. Así que, tienes todo el resto de tu vida por delante para planificar esa eternidad que terminará con el último latido de tu corazón.
Porque Andreth también lo sabía, que no correremos detrás cuando todo haya terminado, porque cuando acaba, ya no tiene sentido seguir corriendo. No es amargura por el paso del tiempo, es conciencia de que todo tiene un final. Por eso, porque queremos disfrutar del tiempo que se nos ha dado, a nosotros, a los mortales, porque somos conscientes del valor de lo que tenemos. Porque luchamos por mantener lo que tenemos. Por eso, y precisamente por eso, conseguimos que sea eterno. O, al menos, lo más cercano a eterno que nuestra mortalidad nos permite alcanzar.
Y eso es lo que los elfos, inmortales, nunca comprenderán. En su falsa felicidad eterna, se preguntarán cómo es posible que nosotros, los mortales, seamos felices jugando con promesas eternas. Ellos nunca podrán entenderlo.