El principio de todo

El hombre estaba sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. El joven se paró a observarle.

-¿Qué haces?

El hombre abrió los ojos y le miró atentamente.

-Medito.

El joven continuó mirando al maestro, que volvió a cerrar los ojos.

-¿Podrías guiarme en el camino hacia la verdad?

-No sé cuál es el camino, pero si quieres, puedes acompañarme en la búsqueda.

Y el aprendiz se sentó junto al maestro, intentando imitar su postura, y cerró los ojos esperando la respuesta.