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Amiwito
Esta me salió larga (pensaba escribir un libro entero, pero mejor dejarlo en relato corto que en nada) pero me siento bastante orgullosa… por lo menos en la idea. El estilo escrito es otra historia…
Me observa en silencio, sentado frente a mi. Nos conocemos
demasiado bien, no necesitamos de gestos para entendernos. Una simple mirada
basta. Pero a pesar de todo, necesito expresar lo que siento en voz alta.
-Tienes que desaparecer de mi vida.
Me mira largo rato, intensamente, sin parpadear. Me da hasta un poco de miedo,
pero me domino, sé que no me hará daño. No puede hacérmelo.
-¿Así? ¿Sin más?
Suspiro hondo.
-Mira, lo reconozco. Has sido muy importante en mi vida. Yo no estaría aquí si
no fuera por ti. Pero eso terminó. No puedes seguir conmigo. Te quiero mucho
pero sobras en mi vida.
-Sobro en tu vida. Bien.
-No, no es eso. Es que…
-Sé lo que quieres decir.
Odio estos incómodos silencios. Pero son necesarios si quiero mantenerme firme.
-Entonces quieres que me marche y no vuelva.
-Eso es.
-A pesar de que sabes que tu vida, por muy bien que marche ahora, acabará por
fracasar como siempre. Quieres que no esté ahi la próxima vez que caigas.
-Quiero ser una persona normal.
-Pero tú no eres normal.
-Déjame intentarlo. Si vuelves… si vuelves incluso cuando te llame, entonces
será inútil.
Otro incómodo silencio. Pero sé que él comprenderá. Siempre me ha comprendido.
No podría ser de otro modo.
-Si quieres que me vaya, me iré. Pero antes te advertiré una cosa. Estás
equivocándote.
-¿Y qué sabrás tú?
-Lo sé. Tienes que confiar en mí una vez más. No lo hagas. Yo no te fallaré
nunca. Yo nunca te haré daño. Ellos sí.
-Pero…
-Sé que vas a decirme. Que, a cambio, ellos son reales.
-Sí.
-Y que yo no soy más que un invento de tu imaginación.
-No quería enfadarte…
-No me enfado. Pero míralos atentamente. ¿Cómo sabes que no te los inventaste
también a ellos?
-Oh, vamos, no digas tonterias. Sé distinguir perfectamente entre algo real y
algo inventado por mí.
-¿Y cómo sabes que no soy real?
Sonrio. No puedo evitar sonreir. Es tan… perfecto. Lógico, lo creé mi
imaginación. Mi perfecto príncipe azul.
-Porque yo misma te diseñé. Fuiste naciendo, detalle a detalle, en mi
imaginación. E igual que apareciste, desaparecerás.
-Y si es así… ¿por qué me imaginas aquí delante tuya? ¿Por qué tienes que
inventarte esta conversación para sacarme de tu cabeza? ¿No es más fácil
olvidarme y dejar de pensar en mi?
En eso tiene razón. Ni yo misma lo entiendo.
-Han sido demasiados años a mi lado. No podía dejarte marchar sin despedirme una
última vez.
Una última vez… la última vez que contemplaré esos ojos. Que escucharé su voz.
Que estará a mi lado. Que existirá.
-¿Y por qué no seguir como hasta ahora? ¿En qué te he fallado?
-No, no me has fallado, no es eso… – oh, dios, abrazarle ahora, pero no puedo
dejarle marchar así – es que no puedo vivir toda mi vida entre fantasías. Tengo
que vivir la realidad.
-¿Por qué? ¿No te di buenos momentos? ¿No te hice feliz?
-Pero no eres real…
Se levanta violento. Nunca lo había visto así.
-Muy bien, como quieras. No soy real, quieres sacar de tu vida lo imaginario.
Pues así será. Me iré y me llevaré conmigo todas tus fantasías. Todos tus
sueños. Y no volveré nunca, no importa cómo me lo supliques, cómo me busques, no
voy a regresar.
-Espera, no seas así…
Portazo. No, mentira. No ha dado un portazo. No se ha ido. Porque no existe.
Mejor será que me vaya a dormir. Cuando amanezca mañana seré una persona normal.
No volverán a ocurrirme cosas extrañas.
¿Será ya por la mañana? No, no abriré aún los ojos, hoy es mi primer día real en
toda mi vida. El comienzo tiene que ser maravilloso. Y lo será. Una vuelta en la
cama.
¿Dónde están las sábanas? Palpo pero no las encuentro. Han debido de caerse de
la cama. Por cierto… mi cama. ¿Qué le pasa a mi cama? Está… extraña.
Abro los ojos. Eso no es mi pared. ¿Dónde estoy? Una habitación cuadrada.
Blanca. Cegadoramente blanca. Acolchada. Vacía. No, mentira. No está vacía. Una
cámara me observa desde lo alto. ¿Dónde estoy? Intento hacer señas a la cámara,
que me sigue por la habitación. Si hay alguien al otro lado, no me hace caso…
Tres días. Tres días desde que se alejó de mi vida. Y no volverá. Ya no hay
marcha atrás. No importa qué les argumente, no importa cómo intente demostrarles
que estoy cuerda… no dejarán que salga de este manicomio.