Esperando el tren 3

La joven estudiante rompe el silencio tentativamente. -Si lleva retraso, quizás no pare en la estación. El ejecutivo se levanta nervioso y la mira frente a frente. -Ah no, eso sí que no. El tren tiene que parar aquí. No puedo retrasarme más. -Mi novia me está esperando en el altar. – añade el joven novio – Si el tren se retrasa y llego tarde, pensará que no quiero casarme con ella.

Huye Luna, Luna, Luna, que ya siento sus caballos…

Arriba, en el cielo. Brillante, hermosa, reina y soberana. Luce como nunca, tan redonda, sobre ese cielo tan negro y límpido, como sólo puede ponerse tras una lluvia torrencial. Acelera, acelera, quizás la alcances. Se la ve tan sola, tan lejana… Mírala, sonríe, cree que no necesita nada ni nadie. Muchos que quisieron alcanzarla hoy reposan, abatidos, bajo tierra. La calle sigue hacia delante, recta, directa hacia la Luna. Pero no, engaña, esa cara que nos muestra sólo es la mitad.

Esperando el tren 2

El niño ha vuelto a despertarse y su madre le ha soltado para que vuelva a jugar por la estación. Inquieta, su madre cambia de postura y nota que el hombre mayor la sigue mirando. -¿Y usted por qué viaja? – le pregunta, por decir algo -Voy a recorrer el mundo. Ayer conseguí la jubilación – saca una caja de cigarros y, después de ofrecer, enciende uno -. Llevo toda mi vida ahorrando para este momento.

Esperando el tren

Una mosca, molesta, pasa zumbando entre unos y otros. Finalmente, se posa un instante sobre el banco. El tiempo justo para que el niño, orgulloso de su habilidad, la aplaste sin piedad de un manotazo. Su madre, casi mecánicamente, le limpia los restos de mosca de la pequeña mano con un pañuelo, ausente y mirando a uno y otro lado de las vías, esperando. -¿Alguien sabe si aún tardará mucho en llegar?

Y seguir escribiendo…

Estaba tirada en la cama, con el cuaderno entre sus manos. Pasaba las hojas lentamente, sopesando cuidadosamente lo que estaba escrito. No había salido una historia mala. Al contrario, aunque mientras la escribía había llegado a pensar que era extraordinariamente vulgar y aburrida, tenía esos pequeños detalles que hacían que mereciera la pena. Leyendo algunos pasajes se había puesto nostálgica, pensando que podría haberlos escrito de alguna otra manera. Con otros, en cambio, se dio cuenta de que la historia no podría haber ido por mejor camino.

Traficando almas

-Quiero vender mi alma. -Eso me han dicho. -Pon las condiciones. -Espera, no vayas tan rápido. Eres un caso curioso, déjame hacerte antes un par de preguntas. -¿Caso curioso? -Sí. Hasta ahora siempre había buscado personas avariciosas, egoístas, siquiera envidiosas. Pero en tí no consigo detectar ninguna de las tres cosas. ¿Por qué quieres vender tu alma? -Quiero venderla a cambio de que todos sean felices. -Una petición extraña… pero no me refería a eso.

¿De qué sirve?

-No me malinterpretes, no te estoy echando. -Lo sé. -Sin ti no hubiéramos conseguido vencer. Llegaste en el momento justo. -Llegué cuando me enteré. -Pero ¿de qué sirve ganar una batalla cuando la guerra está perdida? -¿Quién dijo que estuviera perdida? -Mira a tu alrededor… no hay esperanza. Lo único que podemos esperar es un trato del enemigo. Y el enemigo sabe que estamos débiles. -Pero seguís resistiendo. -Gracias a tu ayuda.

Soñando sueños

Hoy he vuelto a soñar con el mismo parque de siempre. Nunca lo he visto en la realidad, pero en sueños vuelvo una y otra vez, de niña, para pasear por él. Los árboles estaban tan amarillos como siempre y las hojas crujían al pasar. Los toboganes, viejos y gastados, estaban donde siempre. Fríos, casi amenazadores. No se escucha ningún pájaro, el silencio lo invade todo. Pero esta vez no fue como las otras veces.

-¿Qué haces aquí otra vez? -No lo entiendo… Yo no quería volver aquí. -Ya veo. -¿El qué? -El por qué estás aquí otra vez. -¿Y por qué es? -Porque fuiste por el mismo sitio. -No, no es cierto. Cogí otro camino… -Que iba al fin y al cabo en la misma dirección. -Pero esa es la dirección que yo quiero llegar. Fui en línea recta. -No apliques la lógica aquí. Donde estamos, el camino más corto entre dos puntos jamás es la línea recta.

Carta

Sé que no reconocerás mi letra. Es normal, nunca has leído ninguna carta mia. Pero espero que por eso no la hayas tirado directamente a la basura sin abrirla. Es lo único que quedará mio a partir de ahora en este mundo. Y me gustaría que lo guardaras tú. Sé que no sabrás quién soy. Que te extrañará recibir esta carta. Y que pensarás que estoy loca, que soy una paranoica, incluso es posible que te asustes.