No hay palabras

No hay palabras para decir todo lo que pasa por mi cabeza ahora mismo. Puedo intentar aferrarme a una idea con la esperanza de tener razón y que todo esto sea sólo un juego que unos acaban antes que otros. Pero me resulta difícil. Me resulta difícil porque sigo sin encontrarle el sentido. Y en mi mente racional, algo que no tiene sentido debe ser erróneo. Hay recuerdos que pesan demasiado.

El primer final

La brisa se enreda entre sus dedos, como queriendo invitarla a que salte. Son siete, ocho pisos. El mes pasado leyó sobre aquel hombre que sobrevivió a una caída de tres pisos. Ocho deberían ser suficientes. No quiere quedar a la mitad, no quiere acabar con un montón de gente llorando en el hospital. Quiere hacerlo del tirón. -Espera. Es una voz suave, que inspira confianza. Se gira para mirarle. Su cara es una combinación de muchos rostros, con un gesto duro pero amigable.

Autodestrucción

Me pregunto si esto es lo que sentirá el mensaje secreto cuando comienza la cuenta atrás para su autodestrucción…

Abrazos epistolares

A veces siento la necesidad de escribirme cartas. Quizás para recordarme algo, para darme ánimos en tiempos difíciles,… o quizás simplemente para mantenerme fiel a mi misma. Es una extraña ccostumbre la de esconder cartas en sitios recurrentes para encontrarlas en el futuro. A veces son tan simples como una moneda para comprarme un capricho. Pero la carta que más deseo escribirme es la única carta que jamás podré enviarme. Una breve nota a mi yo del pasado, de mi más tierna infancia:

Todos los caminos llevan a ninguna parte

Entra dando un portazo. Llevo esperando este momento mucho tiempo. Supongo que lo llevo esperando desde aquel día de la catástrofe, cuando todo lo que conocíamos desapareció. Cuando tuve que hacerme cargo de aquel grupo de niños que no son capaces de recordar nada antes del incidente. Está parado delante de mi, respirando agitadamente. Sé que los demás están esperando detrás de la puerta. Es sólo el portavoz. El que llevará el liderazgo cuando yo ya no esté al mando.

Serpientes

Parecía una pequeña serpiente cubierta de sangre, malherida y medio hundida en el charco. Los chicos empezaron acercándose lentamente con curiosidad, para verla más de cerca. La serpiente a duras penas les devolvía la mirada, como cansada y triste, casi pidiendo ayuda. Los niños la miraron durante unos minutos, en silencio. De pronto, el más gamberro agarró una piedra y se la lanzó a la cabeza. No acertó y cayó torpemente a un lado, salpicándolo todo de barro.

Príncipes, princesas y dragones

A través de cinco vinos diferentes y siete platos exquisitos, los jóvenes conversaron de banalidades y otras cosas sin importancia. Ambas cortes se esforzaron mucho en que el encuentro estuviera rodeado de un halo de misterio y romanticismo para que el ambiente fuera mágico. Finalmente, tras probar el postre, él la miró a los ojos y suspiró: -Lo siento, -dijo apesadumbrado- no debí hacerte perder el tiempo. No soy el príncipe que estás buscando.

Ten cuidado con lo que deseas…

-Supongo que ya no me esperabas. Con una mueca, tuerce el gesto y le mira firmemente. -Esperaba que todo hubiera sido un mal sueño. Esperaba que lo hubieras olvidado. -Un trato es un trato. Traga saliva y sigue hablando con dificultad. -Pero era un trato injusto. -No lo viste así cuando nos encontramos la primera vez. En aquel momento te pareció una buena idea. -En aquel momento estaba al borde del precipicio.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Podría. Pero paso.

Mirar hacia delante y no hacia atrás

El tiempo no perdona y cada vez son más los momentos que se van perdiendo en la línea temporal. Frío, inalterable, inútil y perdido como las lágrimas en la lluvia de un ser sin alma pero con corazón. Lo importante es mirar siempre hacia delante, porque mirar atrás duele. No duele porque sea triste, duele porque quedó atrás, en esa dimensión inalcanzable llamada pasado. Y se congela así, de esa forma, inalterable para siempre.