Sin Amiwitos
¿La ves? Es ésa, la que está apoyada en la barra. La del vestido azul oscuro. Yo la conocí hace ya algunos años, antes de convertirse en lo que es ahora. Pero ella nunca hace ademán de reconocerme. Prefiere vivir ajena a todo. Es como la canción ésta de Ismael Serrano, la de Cien Días, la vas viendo apagarse lentamente. Recuerdo cuando íbamos juntos a la Universidad. ¡Dios! No había muchacha más alegre que ella.
A ninguna parte
-Buenas tardes. -Quisiera un billete. -¿A dónde? -Lo más lejos posible. -¿Lo más lejos posible? -Sí. -¿No le importa a dónde? -No. -El destino más lejano que se puede alcanzar desde aquí es Siberia. -Pues deme un billete a Siberia. -¿Para cuando? -El primero que haya, por favor. -¿Ida y vuelta? -Sólo ida. -A empezar una nueva vida, ¿no? -Eso intento. -¿Infeliz? -Todo lo contrario. -¿Entonces? ¿Es feliz y se va?
¿Feliz? Navidad
Sigue abrazando el cuerpo ya inerte del gato. Quiere transmitirle su calor, protegerlo de la persistente nieve que se empeña en seguir cayendo, aún cuando ya lo ha ocultado todo bajo una capa blanca. A veces ve cómo pasan apresurados transeúntes delante suya. Algunos ni siquiera la miran. Otros, se paran a compadecerla. Incluso uno le ofreció que si quería entrar en su casa hasta que pasara la tormenta. Pero ella se abraza a su gato con más fuerza aún, no quiere soltarlo, es el único que le ha acompañado en su soledad todo este tiempo.
Amiwito…
Al, vuelve, ya no sé cómo pedírtelo. Tenías razón, siempre la tuviste, desde el principio. Tuve que escucharte cuando no quisiste dejarme marchar. Si es cierto que no eras más que producto de mi imaginación, ¿por qué no puedo volver a imaginarte como antes? ¿Incluso sabiendo que es mentira? Si todo era un engaño, déjame seguir soñando. Pero vuelve, vuelve conmigo, sé que también quieres volver. Aunque no existas. Pero vuelve… Haré lo que me digas, no me importa el precio a pagar.
Aún podrás volar en sueños
Las alas desplegadas le dan un aire majestuoso que el resto de su figura, descuidadamente apoyada en el muro, no parece acompañar. A pesar de ser una estampa extraña, el hombre no parece inmutarse y sigue caminando hacia delante. -A ellos puedes engañarles pero no podrás confundirme a mi. El hombre detiene su paso y mueve la cabeza lentamente hasta mirarle. El ángel se impulsa con una pierna sobre el muro para ponerse de pie y se le acerca.
Todo final siempre es un comienzo…
Recuerdo el día que me contaron la historia de aquel rey que cuando construyó su castillo ordenó colocar un nido de termitas debajo de la primera piedra. Nadie supo dar una explicación a por qué decidió darle un final desde el principio a su historia, ni por qué quiso morir un día cualquiera, sin avisar, cuando su castillo se derrumbó sobre su cabeza. Ahora, creo que empiezo a entenderlo. Sé que hoy vendrá a visitarme un agente.
Azul sobre rojo
Azul sobre rojo. Mientras va saliendo el sol el azul va aclarándose a la par que el rojo se oscurece sin remedio. Su cuerpo, ahora marfil, yace sobre su vestido azul. Esta imagen, que he visto mil veces en sueños, ahora me resulta demasiado tranquila. He matado a la bestia. Tenía que hacerlo. Aunque sabía que a mi no me haría daño, que sería a los demás. A mi jamás me haría daño.
Cayeron mis alas y yo no me rendí por eso ven aquí… brindemos que hoy es siempre todavía…
Quedan pocos ángeles. La mayoría de ellos hace tiempo que desistió en su empeño y los pocos que quedan procuran no llamar mucho la atención. Viven ajenos a todo, ausentes, casi níveos. El mundo ya no es para ellos. Siempre había creido en un futuro mejor. Por eso se le había visto una y otra vez remontando el vuelo después de cada caída, volviendo a levantarse del suelo para alzar las alas una vez más.
Sólo algo más
¿Qué importa que ocurriera primero y qué sucedió luego? Ya no hay un antes y un después, es todo un presente mezclando acciones pasadas y futuras, un ahora que cambia y que permuta sin descanso, un aquí y un allá que no se está quieto. Puede que ahora sí y mañana no, que tampoco importa, porque ayer fue solamente un suspiro. Mueve, revuelve, gira y sigue sin descanso, porque cuando pare ya estará muerto.
Esperando el tren y 4
El niño ha vuelto a despertar y ahora se entretiene jugando con la joven estudiante a los acertijos. La madre se ha recostado sobre el asiento y observa pasar las moscas una y otra vez por delante suya. El ejecutivo los observa con curiosidad, casi con ternura, mientras el hombre mayor pasea arriba y abajo, al lado de las vias del tren, intentando escudriñar el horizonte, sin conseguir ver nada nuevo.